viernes, 18 de noviembre de 2016

CAFÉ CON VERSOS




Me encontraba en la cafetería tomando un capuchino y  leyendo el periódico. Estaba perdido en la lectura de un interesante artículo, cuando de repente apareció por la puerta.


Cruzó silenciosa a mi vera y mirando al frente con unos ojos grandes y claros que me recordaban al mar. Ella no se dio cuenta pero la hora y cuarenta y cinco minutos que permaneció leyendo en una mesita pegada a la ventana y bebiendo un té, yo me entretuve mirando sus rosadas y redondas mejillas, la manera en que acariciaba con sus finas y delicadas manos las hojas del libro, sus gruesos labios,… Intenté armarme de valor para hablar con ella, pero pensé que mi deprimente presencia la espantaría,  terminó yéndose por la misma puerta que entró y yo por estúpido me quede sin saber su nombre.

Durando una semana mi cabeza no sabía  pensar  más que en ella. Acudí todos los días a la misma hora  esperando volver a encontrarla, pero ninguna de esas personas que entraban y salían me iluminaba tanto como ella.

Después de estar soñando con ella en cada minuto y en cada segundo, la misma luz que se asomó una tarde cualquiera y dio importancia a mis días volvió a aparecer a la misma hora y lugar un mes después. Pasó de nuevo cerca de mí, pero esta vez tenía una expresión de tristeza y desánimo.  Se sentó en el mismo sillón de la primera vez. Estuve todo el tiempo de mi estancia allí contemplando la comisura de sus labios que dibujaban una tristeza profunda y dolorosa.
Pensé que quizás era precipitado y no era el momento adecuado para armarme de valor y acercarme a ella, pero creí que  esa era mi última oportunidad para conocer a la dueña de mis sueños.
Me acerqué intentando ser discreto pero los nervios me fallaron y justo cuando estaba dispuesto a hablarle,  tropecé con una silla. Ella asustada me miró y se acercó por si me había hecho daño.

-¿Está usted bien?

Su voz me pareció armoniosa y dulce y el escucharla produjo una enorme felicidad en mí.

-Sí, sí estoy bien. Ha sido el despiste de verla iluminando con esos claros ojos mi camino.-Respondí intentando cortejarla.

Al oír mis palabras sus mejillas volvieron a enrojecerse como la primera vez que me fijé en ella mientras leía aquel libro.
Me ayudó a incorporarme y al verme bien la cara, empezó a mirarme de arriba abajo.

-¡¿Es usted Gustavo Adolfo Bécquer?!-Dijo sorprendida.

-El mismo, a sus pies hermosa dama.- Respondí mientras me aproximaba a rozar mis labios con su fina y delicada mano.

-¿Le importaría si conversamos? Tengo mucho interés por saber cosas de usted.

-Es todo un  honor hablar con la ladrona de mis sueños y de mi corazón.

Nos aproximamos a una mesa y durante un rato nos estuvimos conociendo el uno al otro.

-Perdóname, si quizás soy algo  precipitado pero los ojos que te veo hoy no son iguales a los que vi la primera vez.

-El motivo de mi mirada apagada son las lágrimas por el corazón roto.

-¡Y yo me preguntó que infame se ha atrevido a producir tanto dolor en ti!

-El mismo que prometió amor eterno  a mí como a muchas más.

-Hermosa y dulce dama si lloras por no haber visto el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas.

Su mirada se cruzó con la mía y sus labios volvieron a dibujar la sonrisa que inspiraba a mi poesía.

-¿Cómo es que usted ya me conocía antes?

-Porque hace un mes en este mismo lugar tu luz iluminó mi imaginación y cada día que te pienso añado un nuevo verso a mi poema.

-¿Es usted poeta también?

-Se podría decir que si… La poesía es el lugar donde mis días quedan plasmados.

-¿Y que es poesía?-Preguntó clavando su mirada azul en mi pupila.

-¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú.

Sus ojos se abrieron y se iluminaron más que nunca. Intentando producir palabra, se aproximó a mí y los dos nos fundimos en un beso eterno y apasionado.
Seguimos charlando un  rato más y luego me ofrecí acompañarla a casa. En la misma puerta me propuso quedar al día siguiente y justo antes de pronunciar palabra para despedirse le interrumpí para decirle:

- Sabes tú mi nombre, pero ni idea tengo yo del que a ti te corresponde.

-Tú mismo me has dicho un nombre antes, que para ti será como yo me llame siempre.

-¿Cuál?

-Poesía.






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